jueves, 19 de enero de 2012

TOLDOS Y LITERATURA

Toldo Tunel - Imagen de Internet


Prosas por Fabio Morábito

LLUVIA NOCTURNA
La que empezó todo fue la abuela. Era de noche, llovía muy fuerte y alguien tocó a nues­tra casa. Ella lev­antó la bocina del inter­fono para con­tes­tar. La per­sona se había equiv­o­cado y pidió dis­culpa, pero la abuela no colgó en seguida. Se quedó oyendo hechizada el fragor de la llu­via a través del inter­fono. El aguacero arreciaba con­tra el toldo de lona imper­me­able que daba acceso a nue­stro edi­fi­cio, uno de esos tol­dos de hotel que sir­ven para res­guardar de la llu­via a los clientes que lle­gan en taxi y cuya insta­lación en la entrada del edi­fi­cio había divi­dido a los inquili­nos en dos ban­dos opuestos. Escucha, me dijo pasán­dome la bocina. Me sor­prendió el estrépito que oí, nada que ver con el apaci­ble repi­que­teo de las gotas con­tra los vidrios de las ven­tanas. La llu­via, al gol­pear la lona del toldo, pro­ducía un tam­bo­rileo sordo como el que se oye debajo de un paraguas, pero mul­ti­pli­cado por una super­fi­cie diez o quince veces mayor, de man­era que el chubasco se oía como un dilu­vio. Dame, dijo la abuela, arrancán­dome el aparato, y se puso a escuchar de nuevo. Al rato, mi padre, mi madre y mis her­manos vinieron a pegar el oído a la bocina. La abuela fue a traer una silla para escuchar la llu­via noc­turna cómoda­mente sen­tada y con ese gesto refrendó cierto dere­cho de propiedad sobre aquel fenó­meno que ella había des­cu­bierto. Nos pasaba la bocina unos cuan­tos segun­dos y volvía a apoder­arse de ella. Un tío mío vive en nue­stro edi­fi­cio y mi padre le habló para pon­erlo al tanto del asunto. Mi tío habló un rato después para decirnos que su inter­fono no servía muy bien, así que poco después subió a nue­stro depar­ta­mento en com­pañía de su esposa y de sus dos hijos para escuchar la llu­via a través de nue­stro aparato. Yo llamé a mi primo Raúl, que vive en el edi­fi­cio de enfrente. Su edi­fi­cio tiene inter­fonos pero carece de un toldo como el nue­stro. Las llu­vias noc­tur­nas son la pasión de la familia. La abuela orga­nizó turnos de un min­uto y medio cada uno y nadie osó dis­putarle su reducto junto al interfono.
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http://revistacritica.com/cuentos/prosas

1 comentario:

  1. Suena romántico y familiar eso de compartir una noche de lluvia.

    Un saludo

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